El Parque Fundidora: la primera industria de su tipo en América Latina

Por David Polo

Son los inicios del siglo XX y México se encuentra en el umbral de un desarrollo sin precedentes. El país progresa, la industria se expande, hay inversión extranjera y el territorio nacional se conecta por primera vez a través del ferrocarril que atraviesa desde el Golfo de México hasta el Istmo de Tehuantepec. Las importaciones y las exportaciones tienen entrada y salida por el mar hacia Europa y Asia; el tren también conecta los principales puertos y ciudades con el norte y el centro de América. Se acerca el centenario de la independencia y es una etapa de crecimiento y estabilidad para el país, aunque bajo el gobierno de Porfirio Díaz se han sacrificado las libertades individuales.

Es en este contexto cuando surge en Monterrey, Nuevo León, el primer parque industrial de América Latina destinado a la producción de hierro y acero en el año de 1900. Con el nombre de Compañía Fundidora de Monterrey, esta industria se convertiría pronto en uno de los pilares de la economía de Nuevo León y de México. Su impacto ha quedado oculto bajo el hormigón de cientos de edificaciones de todo el país desde su inauguración hasta su cierre y transformación en un parque ecológico en 1988, pero sin duda el país no sería el mismo sin el más de un millón de toneladas de acero que produjo a lo largo de toda su historia.

La Compañía Fundidora de Hierro y Acero de Monterrey A.C. se fundó el 5 de mayo de 1900 con un capital de 10 millones de pesos oro por iniciativa de Vicente Ferrara, León Signoret, Eugenio Kelly y Antonio Basagoite, quienes tuvieron la visión de aprovechar los grandes yacimientos de hierro y carbón de los alrededores de la ciudad. Como parte de su maquinaria contó con el primer horno alto de fundición de toda América Latina, con el cual fueron producidos los rieles y ruedas empleados en los ferrocarriles mexicanos, así como materiales para construcción que iban desde varillas y alambrón hasta estructuras para edificios de grandes dimensiones, como la del actual Monumento a la Revolución en la Ciudad de México.

Hacia el año de 1977, el Parque Fundidora fue adquirido por el gobierno mexicano y alcanzó su nivel más alto de producción con la puesta en marcha de sus tres hornos altos. Sin embargo la década de los 70 también fue significativa, pues una serie de problemas administrativos, sindicales y económicos significaron la quiebra de la primera industria siderúrgica de América Latina, tan sólo unos días después de haber cumplido 86 años de trabajo.

En la actualidad, sus más de 226 hectáreas son empleadas como un parque ecológico, centro de convenciones y lugar de esparcimiento, además de ser un lugar privilegiado desde el año 2013, cuando fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad, convirtiéndose además en el primer sitio mexicano de carácter industrial inscrito en la lista. Sin duda, el Parque Fundidora es, aparte de un valioso conjunto arquitectónico,  un importante vestigio de la historia industrial de México y América Latina.