¿De dónde viene la tradicional rosca de reyes?
Por David Polo
No se sabe a ciencia cierta si es porque convoca a la familia entera, por la diversión de buscar al niño Jesús en una rebanada o por el compromiso de preparar tamales para quien lo encuentre, pero la temporada navideña culmina coronada con un platillo tan tradicional que en México ya lo sentimos propio: la rosca de reyes. Apenas ha pasado la cena de año nuevo y el paladar comienza a prepararse para degustar este pan tan esperado por meses.
La tradición de preparar panes para conmemorar estos momentos del año se remonta a la antigua Roma. Como parte de las fiestas en honor a Saturno tras el solsticio de invierno, los romanos elaboraban panes cubiertos de miel, higos y dátiles, pues creían que su dios nacía en los días posteriores al 21 de diciembre que marca nuestro calendario. Esta costumbre permaneció por varios siglos, hasta que el imperio romano declaró al cristianismo como la religión oficial y muchas de las prácticas paganas fueron asimiladas al nuevo credo. La rosca de reyes aún era preparada en las mismas fechas que anteriormente conmemoraban a Saturno, pero ahora celebraban el nacimiento del niño Jesús. Precisamente se le llama rosca de reyes en alusión a la visita que los reyes de Oriente hicieron al niño Jesús recién nacido.
Antes de que llegara a nuestro país, la rosca se fue transformando y adaptando en los países que mayor influencia tuvieron de Roma. Durante la edad media, en Francia y España se comenzó a ocultar en la masa del pan una haba, y la persona que la encontraba quedaba obligada por tradición a pagar la rosca del año siguiente. Dependiendo de la clase social de los comensales, la haba podía ser sustituida por pequeñas joyas, monedas o ambas. En España se acostumbraba que quien la encontrara además fuera llamado rey de reyes o rey de la haba. La costumbre en Francia señalaba que al repartir la rosca debía comenzarse por los más pobres, luego por quienes habían ido a la guerra y finalmente el resto de los invitados eran convidados a la celebración.
Con la llegada de los españoles en el siglo XVI también llegó la tradición de la rosca de reyes a los hogares de la Nueva España. Justamente fue aquí donde se sustituyó la haba de la vieja costumbre por un muñeco de plata enterrado en el pan que simbolizaba al niño Jesús, y con ello surgió la tradición que obliga a quien encuentra un muñeco en la rosca a preparar tamales y atole para todos el día dos de febrero.
La riqueza culinaria de nuestro país no podía quedarse al margen de un platillo tan popular y querido por las familias mexicanas. La rosca se enriqueció no sólo con los muñecos de plata o porcelana, sino que incorporó ingredientes propios de la región, que le dieron el toque característico de nuestra cultura ―de ahí que nos sepa tan propia―. Acitrón, frutas cristalizadas y dulces típicos adornan, como si se tratara de joyas, las rebanadas de pan que cada seis de enero se come en casi todos los hogares de nuestro país. Se estima que prácticamente no hay una familia mexicana que se abstenga de partir una tradicional rosca de reyes en esta fecha, y en lugares como la Ciudad de México incluso se llega a preparar una rosca monumental que se reparte en la plancha del zócalo capitalino entre 200 mil personas aproximadamente.
Sin duda, no hay mejor manera de terminar con los festejos de fin de año que degustando una buena rebanada de rosca en compañía de la familia y los seres queridos.
Foto: @RTestal