De México para el Mundo: los Premios Nobel mexicanos

Pocos reconocimientos tienen tanta importancia a nivel mundial como los Premios Nobel. Desde 1901 este galardón se encarga de reconocer la vida y el trabajo de las mentes más connotadas por sus aportaciones científicas y técnicas en el campo de la física, la química y la medicina, así como el desarrollo humano a través de la literatura y los esfuerzos para alcanzar la paz. A través de este reconocimiento se han podido hacer visibles no sólo el trabajo y la dedicación de las personas más brillantes de las ciencias y las humanidades, sino también las polémicas y las respuestas que los seres humanos son capaces de dar para resolver mediante el conocimiento los problemas de la sociedad, y colocarlos en la agenda de gobiernos y organizaciones con la finalidad de construir un mundo mejor.
Aunque son tres los mexicanos que han recibido el Premio Nobel por sus aportaciones y trabajo en diferentes disciplinas, desde 1901 por lo menos otros siete compatriotas han sido considerados para tan importante distinción, lo cual ya es un mérito en sí mismo. Los primeros mexicanos que figuraron en las listas de las comisiones del Premio Nobel de Literatura fueron el poeta Enrique González Martínez y el escritor Alfonso Reyes, en el año de 1949. Por su carrera y su propuesta ideológica, Reyes volvería a ser nominado en cuatro ocasiones más a petición de academias e intelectuales de diversos países en los años de 1953, 1956, 1958 y 1959, aunque de manera infructuosa, lo cual desde luego no pone en duda la importancia de sus letras para la cultura universal, pues Reyes fue un pensador agudo y adelantado a su tiempo.
Para el Nobel de Medicina en el año de 1952 fue postulado Arturo Rosenblueth, fisiólogo e investigador mexicano que no sólo desarrolló una importante labor dentro de la ciencia médica, sino que también es considerado como uno de los fundadores de la cibernética, cuyas ideas y trabajos contribuyeron al avance de la informática en el siglo XX. El mismo año, por sus labores en favor de la paz en el continente americano y para prevenir la guerra, el entonces presidente de México, Miguel Alemán Valdéz, estuvo postulado para el Nobel de la Paz, nominación que se repitió el año siguiente. Esta distinción también fue considerada en 1963 y 1964 para el presidente Adolfo López Mateos por sus “múltiples acciones para crear un mundo más pacífico” según las actas de la fundación Alfredo Nobel.
Fue hasta el año de 1982 cuando por primera vez un mexicano fue reconocido con la importante presea. Por sus esfuerzos en favor del desarme nuclear que culminaron con la firma del Tratado de Tlatelolco, Alfonso García Robles, diplomático nacido en Zamora, Michoacán, recibió junto a la también diplomática sueca Alva Reimer el Premio Nobel de la Paz. El reconocimiento hizo visible la tarea colosal que García Robles llevó a cabo para garantizar la seguridad de los países de América Latina a través del compromiso de los gobiernos de la región para prescindir de armas nucleares tras la Crisis de los Misiles que tuvo lugar en Cuba a inicios de los años sesenta.
Octavio Paz fue el siguiente mexicano en recibir el Nobel, esta vez por sus aportes en el campo de la literatura. El premio contribuyó a reconocer el talento y la creatividad de una de las más importantes personalidades de la cultura mexicana. Para el año en que Paz recibió el premio, en 1990, su carrera ya estaba consolidada y su voz era de gran peso para los intelectuales de todo el mundo; no obstante su trabajo terminó de posicionar a México como un país con una sólida tradición de pensadores capaces de cimbrar el suelo en cualquier latitud.
El tercer Nobel lo obtendría Mario Molina en 1995 en el área de las ciencias. El científico mexicano sería premiado junto a Paul J. Crutzen y Frank Sherwood con el Nobel de Química por sus estudios sobre el adelgazamiento de la capa de ozono y sus causas. Las investigaciones de Mario Molina movilizaron a decenas de países hacia el año 2000 en un compromiso sin precedentes para reducir las emisiones contaminantes y solucionar el problema del calentamiento global, y hasta la fecha son una referencia en las medidas para revertir el cambio climático que experimenta el planeta a causa del consumo masivo de energía fósil desde hace más de un siglo.
Actualmente México sigue dando de qué hablar en el escenario internacional. El año 2017 el Comité Noruego del Nobel, institución encargada de otorgar el reconocimiento, aceptó la postulación de Daniel Alonso Rodriguez, originario de Hidalgo y con tan sólo 19 años de edad para el Nobel de la Paz. También el nombre del sacerdote Alejandro Solalinde figuró en las listas del mismo comité debido a la tarea sin descanso que el clérigo desempeña en defensa de los derechos de las personas migrantes que atraviesan México de manera indocumentada hacia los Estados unidos; por lo que sobran motivos para asegurar que en futuro nuestro país seguirá influyendo mundialmente por sus aportes en las ciencias, la cultura y la paz y sin duda alcanzará nuevas distinciones con el realce que un Premio Nobel tiene.
Por David Polo.