Isla de Guadalupe: el mejor lugar para admirar al Gran Tiburón Blanco
por: Jorge de la Madrid Corona
El gran tiburón blanco (Carcharodon carcharias) es la imagen terrorífica que muchos tienen del tiburón, conocido como jaquetón e incluso “muerte blanca”, su fama desde la mítica película “Tiburón” de Steven Spielberg es de un temible animal dispuesto a devorar y destrozar todo a su paso, mi objetivo en estas líneas es contribuir a desmitificar tal aseveración, tal como lo dijo Jacques Cousteau: “Al reflexionar en todas las experiencias que hemos tenido con el tiburón blanco, siempre me ha llamado la atención el gran abismo que media entre lo que el público se imagina que es y lo que comprobamos que realmente es”.
Imponente, majestuoso, implacable y hermoso, en promedio miden cuatro metros, pudiendo alcanzar los seis metros de longitud, su vientre es completamente blanco y su dorso de color gris que al paso de los años se torna más claro, esta pigmentación sirve como un verdadero camuflaje, cuando los ves desde abajo se confunden con lo claro del agua y el reflejo del sol y desde arriba con el lecho marino y las oscuras aguas marinas.
Tienen unos ojos completamente negros e inexpresivos, lo cual los hace aún más difíciles de descifrar. Sin duda, su principal característica es su hocico siempre entreabierto, dejando ver al menos una hilera de sus impactantes dientes aserrados y triangulares. Su mordida se encuentra catalogada como la segunda más potente en el reino animal.
Implacables depredadores
Podríamos decir que no tienen enemigos naturales, se ha documentado que en ocasiones las orcas cazan pequeños tiburones, pero se piensa que es más por una competencia por las presas, son capaces de detectar un par de moléculas de sangre a kilómetros de distancia.
La dieta de los Grandes Blancos es principalmente lobos o elefantes marinos, focas, pingüinos o atunes, especies que les generan el contenido calórico que requieren hasta su próxima comida, la cual puede ser en días o incluso en semanas, generalmente cazan mediante emboscadas, siguiendo a su presa desde el fondo y lanzándose con toda su potencia hacia la presa en la superficie, de ahí las grandes imágenes que se ven de enormes tiburones emergiendo completamente fuera del agua. Sin embargo, el índice de efectividad no es alto, realmente a estos magníficos animales les cuesta mucho trabajo alimentarse.
¿Come humanos?
Sin lugar a dudas no lo son, la probabilidad de ser atacado por un tiburón blanco es considerable menor a la de ser impactado por un rayo, las mordeduras registradas son principalmente a sufistas, en mi opinión no son ataques son accidentes, si se fijan bien la silueta de un surfista en su tabla se asemeja a un león marino, por lo que el tiburón se confunde y muerde, al darse cuenta de que no es su alimento el tiburón no regresa a culminar la tarea, de ahí que varias de estas historias no resultan en la muerte del ser humano, si realmente nos quisieran comer ¿de verdad creen que podríamos sobrevivir al ataque de un tiburón de 5 metros de largo?
Por otro lado, la pesca deportiva y el temor infundido hacia ellos, ha provocado que su población haya sido mermada notablemente, en varias aguas se encuentran catalogadas como especie vulnerable y en otras en peligro de extinción, afortunadamente es una especie protegida en California, la Costa Este de Estados Unidos, México y parte de África y Australia, se ha avanzado, pero falta mucho por hacer en lo que resta de nuestros mares y océanos.
Conozcamos al rey del mar
Estoy convencido de que la mejor manera que tenemos para crear conciencia y cuidar una especie, es conocerla y disfrutarla en su hábitat, los invito a ver frente a frente a estos maravillosos animales, para ello los mejores lugares en el mundo son Australia, Sudáfrica y México, así es amigos, México es para mí el mejor lugar del mundo para verlos.
Para tranquilidad de muchos y pesar de otros, como yo, hoy en día las actividades se deben realizar en una jaula, no obstante, es una experiencia que estoy seguro les cambiará su percepción y disfrutarán al máximo.
Aún no he tenido la oportunidad de verlos en Australia, me comentan que el agua no es muy clara y se ven anímales grandes pero solitarios, en Gansbaai, Sudáfrica les puedo decir que es muy fácil verlos. Sin embargo, el agua es muy turbia y no está permitido utilizar equipo especial por lo que el contacto es lo que nuestros pulmones aguanten. En cambio, en Isla Guadalupe, México la visibilidad en el agua puede superar los 10 metros, el tiempo en el agua son de horas al día y el espectáculo en superficie es inigualable.
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Isla Guadalupe el mejor lugar
Se encuentra en el océano Pacífico a 240 kilómetros de la costa de Baja California, en una reserva de la biosfera, por lo que la protección al Gran Blanco está asegurada, la temporada para estar con ellos es de agosto a octubre, se presume que emigran al norte incluso llegando a Hawái, he tenido la enorme fortuna de estar ahí en tres ocasiones, la primera de ellas en 2004, época que aún no se sabía tanto de su comportamiento, tenías que zarpar de San Diego, era el sueño de mi vida, verlos, admirarlos, a la fecha no he podido describir en palabras la sensación del primer contacto con ellos.
Hoy en día, las travesías se realizan desde Ensenada, Baja California, les recomiendo planear su viaje con: Club Cantamar, Dive Encounter o Rango Extendido, en donde Fernando Aguilar, Gerardo del Villar o Luis Sanchez, respectivamente contribuirán a hacer una experiencia de vida este viaje, partiendo de Ensenada nos esperan 22 horas de navegación, ideales para conocer a sus compañeros y conocer sus expectativas, créanme que siempre el resultado es superior a las mismas.
Momentos inolvidables
Una vez en Guadalupe, la magia comienza, desde el momento en que bajan las jaulas al agua, una flotando y la otra a cinco metros de profundidad, la tripulación amarra y lanza al mar enormes cabezas de atún, vierte grandes cantidades de viseras y sangre, todo con la expectativa de que los tiburones acudan a la cita, desde ahí la adrenalina a tope, de pronto alguien grita ¡tiburón! es ahí donde corres a la popa del barco a ver la gigantesca silueta del animal más temido e incomprendido de la tierra.
Entonces es momento de ponerse un traje de neopreno y arnés de peso, tomar el visor y tu cámara y prepárate para entrar a la jaula, respirando mediante una manguera conectada a tanques de aire en el barco, al caer en la jaula, los sentidos se agudizan, el corazón late más fuerte hasta el momento de ver de frente al primer tiburón; un momento que estoy seguro cambia la vida de cualquiera, en mi caso esa excitación se transforma en una enorme admiración, un gran respeto, un cálido amor y una sensación de paz indescriptible.
Podemos estar horas en el agua, viendo cómo se acercan a la carnada de manera sigilosa, una y otra vez, hasta que deciden ir por ella con toda su potencia, es ahí donde realmente vemos lo que son capaces de hacer, vuelan por el aire, despedazan un pescado de varios kilos sin problema alguno e incluso en ocasiones en su frenesí sacuden y muerden la jaula en donde estamos. Sin embargo, cuando la carnada desaparece ellos también lo hacen, en ningún momento están interesados en nosotros como potencial alimento, he conocido decenas de personas que su percepción cambió, ya no los ven como asesinos seriales sino como animales que requieren de nosotros para sobrevivir.
En particular, recuerdo tres momentos increíbles, uno de ellos solamente se encontraba un macho pequeño de tres metros, y un lobo marino se acercaba a él una y otra vez por la parte de atrás mordiéndole la cola para que el tiburón no se acercara a la carnada y el lobo marino pudiera comer tranquilamente, una prueba más de que no son las maquinas asesinas que nos han hecho pensar. El segundo momento, fue cuando en un mismo abrir y cerrar de ojos podías contar ocho tiburones al mismo tiempo, para donde voltearas tenías a más de uno en el horizonte. Y el tercero de ellos fue cuando estuvo con nosotros por mucho tiempo una hermosa y gigantesca hembra de 5 metros y medio, sentir su presencia es impactante, los demás tiburones le cedían el paso, incluso cuando llegó se pensó que era Deep Blue, una hembra documentada en 2015 que supera los seis metros de longitud.
Estoy tan convencido que se puede interactuar con los Grandes Blancos de forma segura, que espero pronto lograr en algún lugar del mundo el realizar buceo libre con ellos.
Juntos podemos
Sin duda, el Gran Blanco es el rey de los mares, patrullan nuestros mares y océanos desde antes que los dinosaurios, pero necesitan de nosotros para sobrevivir, el calentamiento global, la contaminación y la pesca indiscriminada son problemas mayores, los invito a que los vean de cerca, se enamoren de ellos y ayuden a difundir el mensaje y promover su conservación, que nuestros hijos nos los conozcan solamente en películas y documentales, démosle a nuestros hijos la oportunidad de vivir en un mundo que ame y cuide a cada ser vivo, y los Grandes Blancos son un símbolo de perfección y balance en nuestros amados mares.
Le agradecemos a Jorge de la Madrid Corona por compartirnos su mirada y experiencia