La familia de la Ciudad de México que inventó los alebrijes

Por David Polo 

—El alebrije es algo que existe y no existe. Es algo que existe en tu mente, en tu irrealidad, y empieza a existir también cuando la llevas a lo físico, a lo tridimensional, que es cuando ya lo realizas. Eso es lo que para nosotros significa el alebrije. Son seres de un sueño— Me dice con total seguridad don Leonardo Linares, nieto de Pedro Linares, el hombre que inventara los alebrijes en 1936. Unos minutos antes llamaba yo a la puerta de la casa de la familia Linares. Una señora que bordaba frente a una ventana se levantó de su silla para abrirme. “Buenas tardes, busco al maestro Leonardo Linares, agendamos una entrevista”.  Amablemente, la señora me hizo pasar al tiempo que gritaba por el cubo de las escaleras ¡Leonardo!.

El maestro Leonardo es un hombre bajito, amable y sencillo. Vestía una camisola oscura manchada con pintura en todo el frente y unos lentes de aumento con los bordes empañados. Me hizo pasar enseguida al taller en la segunda planta de su casa, donde su padre, el maestro Felipe Linares, daba finas pinceladas sentado sobre un banco a una extraña figura alada de cartón. Más adelante me diría con una sencillez a la que me acostumbré rápidamente: “nosotros hemos aportado desde este pedacito de taller muchas cosas al arte popular, ya sea directa o indirectamente, pero hemos aportado”. El hecho de que hoy en día una técnica artística que hace ochenta años no existía sea un ícono cultural es prueba de ello. Mientras Leonardo me muestra cómo decora un alebrije le suelto la primera pregunta:

Lo Hecho en México: Oiga maestro, ¿la historia del surgimiento de los alebrijes es como la cuentan? Aquello de que Pedro Linares los vio mientras deliraba enfermo…

Leonardo Linares: Bueno, en internet se han escrito tantas cosas que se ha vuelto una bola de nieve. Lo que pasó es que a mi abuelo se le originó una úlcera gástrica en 1936. Aquí antes había pobreza extrema, por eso no se pudo atender. La úlcera se reventó y cae en un estado de coma, y es cuando empieza en su delirio a ver estas figuras. Él nos platicaba que no eran como las hacemos actualmente, sino que eran muy horrorosas, muy descarnadas, como leprosas y cadavéricas, muy grises. Cuando logra aliviarse empieza a trabajar con cartón todas esas imágenes que se le quedaron muy grabadas. Al principio no se vendian porque las hacía como las había visto en su trance y la gente al verlas tan feas se espantaba, decían “eso quien sabe que sea”. El único que le llegó a comprar piezas de la primera camada fue Diego Rivera, porque era lo único que se disparaba dentro del contexto del arte popular. Después para que se vendieran mi abuelo tuvo que modificarlas poniéndoles más color, metiendoles más adornos, pintandolas un poquito en estilo como en aquel tiempo eran los judas, y así fue como se le empezaron a vender un poquito.

Y la historia de que el señor Pedro se incorporó casi en medio de su propio velorio, ¿fue cierta?

El nos contaba que mientras estuvo en su estado de coma, se encontró con un hermano suyo que murió, que le decía que se regresara, que qué hacía él ahí, que él no era de ahí, y mi abuelo le preguntaba “¿pero cómo?” y le decía: “pues tú camina”. Caminando dentro de su delirio fue cuando logró ver los alebrijes, unos seres que venían entre las nubes y el firmamento; él se escondió para que no lo vieran, pero él sí las vio y cuando pasaron se echó a correr. Volvió en sí al pegar esas carreras, y su sorpresa fue que ya casi lo estaban velando, ya casi lo daban por muerto. Tuvo dos impresiones: la de mirar los alebrijes y la de ver su propio velorio.

¿Sólo Diego Rivera se interesó en esa primera colección?

De la primera camada —noto de nuevo que don Leonardo se refiere a las piezas de cartón como las crías de una camada— pues si le compró tres piezas, una permanece en exhibición y las otras dos están en bodega. Ahora si que él las vio y las compró. Mi abuelo nunca supo lo que había aportado al arte popular ni lo que iba a revolucionar después, él nomás siguió trabajando las figuras. Cuando las empezó a modificar a la gente ya le  empezaron a gustar. Las vendía así como se vende cualquier artesanía en la calle, hasta que llegó el director del Museo de Artes e Industrias Populares, que ya no existe, le interesaron las piezas y las empezó a comprar. Luego una galería que se llamaba Trini en Cuernavaca, que ya tampoco existe, y después una señora que se llamaba Marisol que era una exportadora y se empezaron a internacionalizar gracias a esta persona. En 1952, en la primera exhibición de arte popular que lleva Fernando Gamboa a París, que se llamó El arte mexicano, del precolombino a nuestros días, se llevaron alebrijes. Eran piezas que se disparaban por completo de lo que era el arte popular en nuestro país. Ahí se amarra esto, porque fue lo que más llamó la atención.

¿De dónde sale la cartonería?

Bueno, la cartonería es un término que yo acuñé en 1981 cuando buscábamos un nombre para la técnica que usábamos en nuestras figuras  A mi no me gustaba, porque se oye asi como de pepena de cartón, pero a los que llevaban los talleres que impartimos les pareció un buen nombre, y así se quedó. Si tú buscas de 1981 para atrás no hay nada de cartonería. Antes se nos etiquetaba mucho, como ahora en la temporada de semana santa se decía “ya van a empezar a hacer Judas los juderos” porque se hacían Judas; o si hacias piñatas eras piñatero, o si hacías juguetes eras juguetero. La técnica en sí se llama papel maché o papel y cartón, pero le pusimos cartonería para poder dar talleres.

Pero para 1981 ustedes ya tenían mucho tiempo practicando esta técnica

Si. En mi caso yo soy la quinta generación, aunque nuestra historia se divide en dos partes. Las dos primeras generaciones fueron cartoneros de temporada, lo que quiere decir que en la temporada de semana santa hacían Judas, y de ahí volvían a trabajar cartón hasta octubre, cuando se empezaban a hacer calaveras y luego piñatas y luego nacimientos. De abril a septiembre no se trabajaba la cartonería porque no se vendía y era necesario trabajar de otra cosa, de albañil o en la fábrica de vidrios, porque había mucha pobreza.

¿Podríamos decir que este oficio está en la familia desde hace unos cien años, o más?

Bueno, aqui donde estamos parados mi familia no se ha movido desde hace más de trescientos años, y no lo digo yo, lo sé porque en 1977 hicieron un estudio histórico-antropológico sobre mi familia. Cuando se formó el barrio y se trazaron las calles vinieron antropólogos y se les hizo curioso que hubieran aquí artesanos que realizaban un tipo de artesanía muy rara, que eran los alebrijes. Les llamó la atención y empezaron a investigar. Empezaron a preguntar, a recabar datos y se fueron más pa’trás y más pa’trás hasta que encontraron el origen de la familia, y así es como sabemos nuestro origen, de dónde somos y por qué somos.

¿Pero entonces cuando comenzó la familia a dedicarse a esto?

Pues entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. Por eso te digo que mis dos primeras generaciones eran cartoneros de temporada. Ya con mi abuelo, gracias a la invención que hizo de los alebrijes dio para que pudiéramos vivir todo el año de este trabajo. El fue la tercera generación de cartoneros, pero también fue la primera generación que hizo los alebrijes, por eso te digo que se divide en dos partes.

¿Y cómo es que teniendo ustedes esta tradición de pronto se confunde el origen de los alebrijes y se cree que son de Oaxaca?

Es que se ha distorsionado mucho el orígen. En 1979 mi abuelo hizo una gira de trabajo a Estados Unidos con otros artesanos de Oaxaca; una tejedora de textil con hilo de seda y oro y un tallador de madera que se llamó Manuel Jiménez. Él se fijó en como hacía los alebrijes mi abuelo con cartón y fue el primero que los llevó a Oaxaca, pero no se parecían nada a los que hacía mi abuelo. Los hacía con madera y eran como marcianitos de unos veinte centímetros. Vieron que tenía éxito y muchos del pueblo que no eran talladores empezaron a tallar y se diseminó por todo el pueblo. No sé si él haya sabido que mi abuelo tenía registrado el nombre “Alebrijes”, y aunque él les cambió el nombre por nahuales, la gente de la comunidad les sigue llamando alebrijes. Los talladores brincan a San Martín Tilcajete y les empiezan a llamar alebrijes. Ya para 2014 los compañeros de Oaxaca tienen su propia marca colectiva, que es Tallas de Madera Alebrijes Tonas, aunque muchos de ellos con fines de vender les siguen llamando alebrijes.

¿Los alebrijes más viejos estarán por cumplir los noventa años?

Menos, de 1947 para acá. Un poco menos.

Pero la enfermedad de su abuelo fue en 1936…

Mi abuelo enfermó en 1936, pero la recuperación fue lenta. Por eso los alebrijes salieron a la luz por primera vez en 1947. Pasaron varios años hasta que se recuperó y volvió a trabajar. Mucha gente los toma desde 1936, pero en el 36 se enfermó. Ya cuando empezaron a verse fue en el 47. A lo mejor hoy hasta en un año te hubieras recuperado, pero en esas épocas era muy imposible que en un año te recuperaras.

Volviendo al tema de los alebrijes, ¿cada pieza es realmente única?

Buenos de las de nosotros cada pieza es única, porque todo se va haciendo completamente manual, osea, nosotros le vamos dando la forma completamente con las manos. Para nosotros no hay moldes, porque no se pueden hacer en serie.

¿Y cómo hacen para mantener la inspiración después de tantas piezas y de tantos años?

Pues es que es inagotable. Vamos a suponer que amanezco sin inspiración ahorita: pues a lo mejor me voy al mercado y estoy viendo los colores, los sabores, la gente y pues ya llegas inspirado. Sin querer aquí tienes un museote.

De la familia, ¿es usted la última generación que lo está trabajando o hay más jóvenes aprendiendo el oficio?

Hay un sobrino mío ahorita que podría ser la sexta generación.

¿Podría?

Si, porque le falta afinarse un poquito más. Digo “podría” porque no sé si vaya a entrarle al cien por ciento a esto o al estudio en la escuela.

¿Y si no le entra al cien por ciento?

Pues hasta ahi se corta, por lo menos con nosotros.

Esta ha sido una tradición cien por ciento familiar. ¿Algún miembro de la familia ha estudiado arte o algo así?

De nosotros no, ni uno. Nuestra escuela, nuestros parvulitos han sido aquí. Nuestra universidad ha sido aquí, nuestra maestría ha sido aquí. Ahora sí que aquí con el fogueo constante vas sacando otras cosas. Te lo pongo así: tú sabes bien que antes las escuelas de arte relegaban mucho al arte menor, pero en los años cincuenta mi abuelo y mi papá hacían todos los trabajos para la Academía de San Carlos en fin de año. Para las mascaradas y los bailes de fin de año hacían ellos los trabajos que los alumnos no sabían hacer, y ahora si que al permitir que el cartón entrara a un escuela de bellas artes pues ya era un paso más ¿y quien lo dio? pues lo dieron ellos, Pedro Linares y su familia. Lograron ser aceptados en un mundo donde nada más existían las bellas artes.

En ese sentido se cambió por completo el concepto de arte

Así es, por todos lados se innovó. Mi abuelo crea los alebrijes, mi papá le da todo este dinamismo y plasticidad que ahora se conoce y yo, sin querer, aporto un nombre que no teníamos.

A mismo tiempo que han creado sus piezas, también han estado muy ligados a la creación de instituciones para promover el arte

Pues si, ha sido sin querer. No ha sido porque hayas dicho “yo lo voy a hacer”. Te llegan, te invitan y si hay tiempo lo hacemos, lo organizamos, porque hemos tenido la fortuna de salir fuera y ver que nuestro trabajo es muy valorado. En otras partes desafortunadamente lo artesanía ha ido desaparecido, casi solo se encuentra en países como nosotros, que nos llaman tercermundistas, pero en otros países desarrollados ya no existe, ya no lo hay.

¿Usted cree que haya alguna razón para eso?

Pues no, simplemente son las circunstancias. Nosotros no caemos en el cliché. Cuando a nosotros nos invitan a Europa nos llaman artistas, pero cuando llegas a México pues somos nomás artesanos.

¿Y usted como se asume?

A mi me da igual eso. Son etiquetas, es un cliché que te ponen. Yo sé lo que hago y para dónde voy…

La entrevista sigue por más de dos horas. Don Leonardo me cuenta de sus ideas cuando participó en la creación del Museo de Arte Popular, cuando demandó a una empresa china que comenzó a hacer alebrijes y de paso apoyó a sus compañeros de Oaxaca, porque para él los talladores de alebrijes, o nahuales, son sus compañeros. Me cuenta también que no descarta un aprendiz fuera de la familia, siempre y cuando tenga vocación. Abre los anaqueles donde guarda en fotografías, recortes de periódicos, documentos y premios la historia de los alebrijes y de su familia, que acaso sea la misma, y mientras el tiempo pasa yo no puedo parar de mirar alrededor de mí a ese universo de seres de otro mundo que nos devuelven la mirada con sus ojos de papel pintado mientras seguimos platicando…